María de los Dolores Asúnsolo y López Negrete, mejor conocida como Dolores del Río (tomó el apellido de su esposo, Jaime Martínez del Río), nació el 3 de agosto de 1905, en Durango, México. Descendiente de la aristocracia española, fue la única hija del matrimonio formado por doña Antonia y Jesús Leonardo Asúnsolo, próspero ganadero y comerciante originario de Chihuahua. El curso de la vida de la familia de Dolores fue tranquilo, justo hasta el estallido de la Revolución mexicana (1910-1921), suceso que vino a alterar el destino de la familia, dada la condición socio-económica de la misma, por lo que tuvo que disolverse para evitar la violenta persecución que se dio en aquellos años en contra de la gente de clase acomodada por las tropas del General Pancho Villa. Don Jesús emigró a los Estados Unidos y Dolores y su madre huyeron en un tren, disfrazadas como campesinas, a la Ciudad de México. En 1912 la familia Asúnsolo se reunió en la Ciudad de México. Habían logrado mantener su estatus social y vivían bajo el amparo de Don Francisco I. Madero, que era primo de Doña Antonia. La familia habitó una casa de la calle de Berlín, en la Colonia Juárez. Para una familia de su condición social, era importante que su hija recibiera una educación conservadora. Dolores estudió en el Colegio Francés de San Cosme (originalmente llamado Collège Français de Saint-Joseph asentado sobre la avenida de San Cosme), prestigiada escuela dirigida por monjas francesas. Allí ella recibió una educación completamente monástica. Desde muy pequeña Dolores demostró aptitudes para la danza, arte que la daría a conocer entre el selecto grupo social en el que se desenvolvía. Fue precisamente en un recital dancístico donde la joven Dolores conoció a Jaime Martínez del Río, un refinado y culto heredero, con quien contrajo nupcias tan solo dos meses después. En 1925, el matrimonio ofreció una fiesta a la que asistió el productor estadunidense Edwin Carewe, quien, al quedar prendado de la belleza y gracia de la mexicana, convenció a la pareja a emigrar a Hollywood, en donde Dolores se convertiría en la primera actriz latinoamericana en brillar internacionalmente. En Hollywood, filmó más de 30 películas, se divorció de su primer esposo, se casó con el escenógrafo Cedric Gibbons y se convirtió en una celebridad internacional. Debutó en la meca del cine mundial con La muñequita millonaria en 1925 y un año después alcanzó la fama internacional con la comedia romántica El precio de la gloria (1926), en la que apareció junto a Victor McLaglen y Edmund Lowe. En 1941, comenzó a trabajar con el reconocido director Orson Welles en la cinta Estambul, pero la película le fue retirada y la terminó Norman Foster, quien prescindió del papel de la mexicana. Inició su carrera en películas mudas estadounidenses, pero cuando comenzaron a escasear proyectos cinematográficos, decidió volver a México y junto a Pedro Armendáriz, protagonizó en 1943 la película Flor Silvestre, dirigida por Emilio "El Indio" Fernández y con el trabajo del cinefotógrafo mexicano Gabriel Figueroa. A partir de ese momento, fue solicitada para distintas películas convirtiéndose en un referente de la Época de Oro del cine mexicano. Durante las décadas de los años cincuenta y sesenta hizo también teatro y televisión, tanto en México como en Argentina y Estados Unidos. Entre otras, Dolores del Río apareció en Bugambilia (1944), La selva de fuego (1945), La malquerida (1949), versión fílmica de la famosa obra teatral de Jacinto Benavente, Adónde van nuestros hijos (1956), La Cucaracha (1958), El pecado de una madre (1960), Los amores de Carmen, Ninguna otra mujer, La senda del 98, Venganza o La Virgen del Amazonas, sugerente título que llenó incontables sueños adolescentes con el brillo prometedor pero ambiguo de los ojos de Dolores, que, en Por unos ojos negros, se convirtieron en una canción que llegó a los más alejados rincones del mundo. Lamer spy, International Settlement, La sirena del puerto, The Man from Dakota, uno de los mejores westerns de su época norteamericana, Historia de una mala mujer, en la que la actriz da libre curso a su talento interpretativo encarnando uno de los arquetipos femeninos que contribuyeron a forjar su leyenda, y La dama del alba, adaptación de la obra homónima de Alejandro Casona, constituyen un selecto ramillete de éxitos de su abundante filmografía. En sus últimos años, Dolores del Río participó en la obra de Don Siegel Estrella de fuego (Flamming Star, 1960), una película de la Fox para el lucimiento de Elvis Presley, y en Siempre hay una mujer (C'era una volta, 1966), de Francesco Rossi. Junto a ello debe destacarse su continuada participación en diversos montajes teatrales -como Father Hidalgo, El abanico de Lady Windermere, Querido embustero, La reina y los rebeldes y La dama de las camelias, entre otras- y en varios programas y series de televisión. Dolores del Río había abandonado la exótica imagen de sus primeros trabajos hollywoodienses, pasando por turbulentos y apasionados romances, seguidos de trágicas maternidades. El talento de Dolores del Río, no sólo llego a Hollywood y México, pues Del Río también fue parte de dos cintas en España y en Grecia, Argentina e Italia participó en una cinta en cada país. Del Río fue la primera mexicana en formar parte del jurado del Festival de Cine de Cannes y ganó tres premios Ariel: en 1946 por "Las abandonadas", en 1953 por "Doña perfecta" y en 1954 por "El niño y la niebla". Otro de sus reconocimientos es una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood, en el 1630 de la Vine Street, por sus contribuciones a la industria cinematográfica, cabe señalar que fue una de las primeras latinas en lograr esta estrella. Dolores del Río murió el 11 de abril de 1983, a los 78 años, en New Port Beach, California, tras una larga enfermedad. El 3 de agosto del 2017, Google rinde homenaje a Dolores del Río por su 112 cumpleaños, la actriz mexicana fue la primera latinoamericana en llegar a Hollywood. Fuente: |