Gabriel Vargas Bernal nació el 5 de febrero de 1915 en Tulancingo, Hidalgo, México; es considerado el mejor cronista gráfico del siglo XX y su trabajo ha sido muy querido. Sólo terminó la educación básica. Apenas entró al primer año y lo pasaron al tercer grado. Era un niño lector que devoraba libros, gracias a que su mamá le inculcó ese amor por las letras. Antes de los diez años ya había leído El Quijote y muchos clásicos más. Los mejores y únicos juguetes del niño Gabriel Vargas eran el lápiz y el papel, con los que sentía alegría y lo expresaba a través de sus dibujos. Vargas comenzó a mostrar su talento como dibujante desde los cuatro años; a esa edad perdió a su padre, Gabriel viajó junto con su mamá y sus hermanos -12 en total- a la Ciudad de México, en donde se desarrolló y destacó como dibujante. A sus 15 dibujó con tinta china El día del tráfico en la avenida Juárez, del centro de la Ciudad de México. Su dibujo fue tan bueno que su amigo Juan Olaguíbel, entonces jefe de dibujo de la Secretaría de Educación Pública (SEP), lo animó a que se lo mostrara al secretario de la dependencia. Pero Vargas lo confundió con el doctor Alfonso Pruneda, quien era director de Cultura del Instituto Nacional de Bellas Artes. El funcionario vio el talento del joven y le ofreció una beca para estudiar en Francia, pero la rechazó, para no separarse de su familia. En cambio, a sus 13 años consiguió un empleo como dibujante en el diario Excélsior como ilustrador. De esta forma, a los 13 años de edad, Gabriel Vargas ingresó al periódico ganando 3 pesos semanarios y realizando ilustraciones para diversos suplementos. Su jefe inmediato, Mariano Martínez, comprendió que el joven tenía futuro y no permitió que se le separara. Lo dirigió paso a paso y terminó por convertirse en un segundo padre. Al poco tiempo la editorial Panamericana, del legendario coronel José García Valseca, convocó a un concurso de dibujantes para localizar y contratar a los mejores del país. Vargas sabía que la pugna sería reñida pues, entre otros, participarían, Rafael Freyre, Alfredo Valdez y el propio Mariano Martínez como el primer lugar ganaría la estratosférica suma de 10 mil pesos, decidió inscribirse y enviar un dibujo. Para sorpresa suya, ganó, y García Valseca le ofreció empleo: 1,000 pesos a la semana, a cambio de crear una historieta. Apenas tenía 16 años y se convirtió en Jefe del Departamento de dibujo de ese diario. Por aquel tiempo Germán Butze había cobrado fama al crear Los Supersabios y Vargas ideó crearle una contraparte, a la que tituló Los Superlocos, cuyo personaje principal, Filemón Metralla, era un vivales inclinado a abusar de los débiles e ignorantes. Aunque la historieta tuvo éxito, Vargas sólo alcanzó la consagración 10 años más tarde, cuando el humorista León Ferrari (quien realizaba en México una versión de la historieta cubana Anita de Montemar) le apostó 10 mil pesos arguyendo que el dibujante no podría crear un personaje femenino con las características del personaje principal de Los Superlocos. Vargas aceptó el desafío y salió a recorrer las calles de la ciudad, en busca de inspiración. Visitó vecindades, cabarets, mercados, cantinas y pulquerías. Así creó La Familia Burrón, formada por un peluquero honrado y trabajador (copia exacta de un amigo del autor), una mujer voluntariosa y entrometida quien, a pesar de vivir en la pobreza, pretendía actuar como aristócrata (personaje inspirado en la madre de otro amigo), y 2 hijos adolescentes que padecen las inquietudes propias de su edad y condición social (basados en experiencias propias del joven dibujante). Su gran legado a la cultura mexicana fue sin duda La Familia Burrón, una de las representaciones más clásicas de la vida urbana de México pasó por las manos de Vargas, quien llegó a plasmar hasta 60 personajes en sus historietas, incluidos la memorable pareja conformada por Regino Burrón y Borola Tacuche. Sus pintorescos personajes también fueron plasmados en un mural en la Ciudad de México —en la calle de Regina— que satirizaba a otro: el famoso Sueño de una tarde de domingo en la Alameda, del maestro Diego Rivera. (Sueño de una tarde de domingo en el callejón del Cuajo, fue su título). El último número de La Familia Burrón, el número 1,616, apareció el 26 de agosto de 2009. La Familia Burrón llegó a vender 500 mil ejemplares semanales. Además de esta, el caricaturista nacido en Tulancingo (Hidalgo) fue creador de otras historietas que representaban la cultura e idiosincrasia mexicana, como Los Chiflados, Los del 12, El Caballero Rojo, Frank Piernas Muertas, La vida de Pancho Villa, Virola y Piolita y Los Superlocos. Vargas fue reconocido con el Premio Nacional de Periodismo en 1983; el Premio de Ciencias y Artes (2003); la Medalla José Vasconcelos (2003); y la Gran Orden de Honor Nacional al Mérito Autoral (2005) de la SEP, entre otros galardones. A este historietista le debemos las frases “A mover el bigote”, “Está de rechupete”, “Está bien chipocludo”, “Vete de volada a comprar las tortillas”, “Mira nomás que cuchitril” y “Estuvo a todo mecate”. Tras morir su primera mujer, con quien procreó dos hijos, se casó en 1976 con la periodista Guadalupe Appendini. En 1980 sufrió una embolia por trabajar más de 20 horas al día, pero siguió dibujando. Gabriel Vargas falleció en la Ciudad de México el 25 de mayo de 2010 a causa de una complicación cardio-vascular, pero sus personajes inolvidables ya son parte de la memoria histórica de nuestro país. Google conmemora el 5 de febrero de 2015 el 100 aniversario del nacimiento de Gabriel Vargas, caricaturista mexicano Fuente: |
Rodolfo Guzmán Huerta, "El Santo" | Gaspar Henaine (Capulina)