José María Iglesias Inzurruaga nació el 5 de enero de 1823 en la Ciudad de México. José María Iglesias pertenecía a familia de dinero, pero cuando tenía 12 años murió su padre y cinco años más tarde quedaba huérfano de madre. Su tío materno Manuel Inzurruaga se encargó de la familia y José María pudo terminar sin dificultades la carrera de abogado. Sus primeros estudios los cursó en el Colegio de Minería. Posteriormente estudió en la Academia Teórico-Práctica de derecho, de la cual egresó con el título de abogado en 1845. En 1846 fue regidor de la Ciudad de México al igual que su padre. Cuando se dio la intervención estadounidense en México, José María Iglesias se fue a Querétaro y en el año de 1847 fue nombrado Ministro Letrado del Tribunal de Guerra durante la Presidencia de Pedro María Anaya. Don José María nunca había mostrado apego alguno por los cargos dentro de la administración pública. Los consideraba efímeros, incluso la presidencia. Lo movía una verdadera vocación de servicio. De ahí que alzara la voz para defender los principios, las ideas, el espíritu de la ley. Era un liberal en el más amplio sentido del término y por encima de la amistad o de su beneficio particular, siempre mostró una "perfecta independencia en el ejercicio de sus funciones". Con la misma libertad había transitado por los diversos peldaños de la vida pública. Abogado, profesor de física y derecho, periodista, escritor, diputado, ministro, magistrado de la corte. Su amplio conocimiento en los negocios de la nación -hacienda, Asuntos eclesiásticos, gobernación-, gestado con el paso los años, había iniciado en el terrible año de 1848, cuando se opuso a la firma de los tratados de Guadalupe-Hidalgo. Miembro de la generación de la Reforma, fue ministro del presidente Comonfort se encargó de la cartera de Negocios Eclesiásticos, Justicia e Instrucción Pública. Antes de que concluyera la presidencia de Comonfort, nombró a Iglesias Ministro de Hacienda. Fue colaborador de Don Benito Juárez en la Suprema Corte de Justicia; ocupó algún tiempo la cartera de Hacienda, hasta que el gobierno nacional regresó a México en julio de 1867. "O soy el representante de la legalidad, o no soy ni quiero ser nada" declaró el Presidente de la Suprema Corte de Justicia, José María Iglesias. Su posición era tajante: el máximo tribunal de la nación no reconocía ni la reelección de Sebastián Lerdo de Tejada, ni mucho menos al gobierno que surgiera del posible triunfo de la rebelión de Tuxtepec encabezada por el ambicioso Porfirio Díaz. Por mandato de ley y en su calidad de vicepresidente -así lo tenía previsto la Constitución de 1857- Iglesias debía asumir el poder ejecutivo interinamente, convocar a nuevas elecciones y sofocar el levantamiento del caudillo oaxaqueño. A través de un manifiesto donde fundamentó jurídicamente su proceder, -expedido en Guanajuato- Iglesias asumió la Presidencia de la República. Estableció su gobierno en Salamanca, bajo la protección del gobernador de Guanajuato, general Florencio Antillón. "Si el general Díaz llegara a dominar la República por la fuerza de las armas -escribió Iglesias-, sería simplemente un soldado afortunado cuyo imperio, más o menos largo, carecería siempre de solidez, de justicia, de legalidad, atributos que acompañarían en la última desgracia al funcionario designado por la Constitución para ejercer la suprema magistratura de la República". Con la derrota y el exilio de Lerdo de Tejada, don José María supo que el tiempo de la legalidad llegaba a su fin y que los días de su gobierno estaban contados: Porfirio jamás reconocería su investidurá presidencial. No tuvo tiempo de organizar su gabinete. Ante el avance de las tropas porfiristas abandonó el país y tuvo que irse a los Estados Unidos a finales de enero de 1877. Salvaguardar el orden constitucional "tal fue mi único propósito tal el móvil único de mi conducta" -escribía en el destierro-. Vivió en San Francisco, California, algunos meses y en octubre del mismo año regresó al país sin ser molestado. El gobierno le ofreció algunos puestos de importancia en la administración, los cuales él rechazo. En 1987 el presidente Miguel de la Madrid Hurtado decretó el traslado de los restos mortales de José María Iglesias a la Rotonda de las Personas Ilustres. |